Quien haya viajado un poco más allá de los clásicos y trillados textos de los usureros del pensamiento literario y de los robustos libros “de venta en Samborns” habrá -al menos- contemplado la silueta de los inmensos bigotes de Nietzsche asomados por cualquier librero. Así mismo, quien haya notado dicha figura se habrá topado con el paradigmático mito del “anticristo” que se desprende del nombre de aquel alemán que proclamó aquella tan manoseada consigna: Dios ha muerto.
Así hablaba Zaratustra no es la excepción, menos aún si recordamos que hay quien precisa que la obra de Nietzsche es solamente una, pero escrita de modos diferentes
[1]. El libro nos presenta al Nietzsche apasionado que descarga todas sus emociones en un texto. Un escritor asistemático -pero estructural- que vierte en cada texto un grito de reclamo a una sociedad pietista
[2]: un grito de rebelión diseminado en las cuatro partes que le conforman, iniciando con los discursos de Zaratustra, quien es en Nietzsche, el profeta
[3] que proclama y anuncia la idea del Superhombre y que a lo largo de más de doscientas hojas (como buen filologo) va utilizando un perfecto arsenal de simbolismos y alusiones literarias que redundan en la supremacía del hombre y en ese renacer que según el personaje central de la obra deben tener los más fuertes: “Yo os anuncio al Superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarle? […] ¡Yo os exhorto hermanos míos […] a no dar crédito a quienes os hablan de esperazas supraterrenales!”
[4]Entre las líneas, poemas y aforismos que tejen el libro, encontramos lo que es quizá la herencia más grande que Nietzsche ha legado a la humanidad, la idea de un hombre, que debe abandonar su tradicional escala de valores e “ir más allá” pues “Es inmundo bendecir cuando nos maldicen”
[5]: La propuesta de una nueva escala de valores en la que el poder está por encima de todo y donde lo que se entendía como bueno deja de entenderse así para comprenderse como lo más vil. Los valores son invertidos.
En medio de un mundo que no se arrepiente –ni se avergüenza- de sus crímenes- no es difícil adivinar la influencia que el alemán del enorme mostacho (que falleció el 25 de Agosto de 1900 sin haber recobrado la razón) ha tenido en términos reales a lo largo de la historia; tampoco es difícil adivinar su permanencia en los libreros de investigadores, críticos y lectores bien educados; y mucho menos difícil es encontrarlo en los supuestos “argumentos” de algunos individuos que agobiados por alguna pena jamás resuelta usan sus textos como estandarte para insultar a la religión o autoproclamarse “superhombres” ya sea por conflictos emocionales o simplemente por el bloff que otorga el “sepultar a Dios”. Sin embargo –y aunque estos desinformados ateos lo nieguen- surgen entre las paredes del supuesto ateismo del filósofo, extraños vestigios como: ¡Todos lo riachuelos de mis lagrimas / Corriendo van a ti! / ¡Y de mi corazón la postrer llama / arde por ti! / ¡Oh, vuelve a mí, mi Dios Desconocido! / ¡Mi Dolor! ¡Mi última dicha!
[6]En Nietzsche, Detective de bajos fondos, de jorge Manzano, publicado en 2002 por la Universidad Iberoamericana, Mauricio Beuchot describe que Nietzsche -es presentado por el autor- como “alguien que aprecia la virtud en su justa medida, en su equilibrio, pero ataca la hipocresía y la virtud fingida”. Más adelante subraya que “no sólo respeta la vida, la promueve”. Y finalmente Beuchot concluye: "Yo no sé si algún día Nietzsche será canonizado (o tal vez eso sería contrario a su espíritu irónico); pero lo que sí sé es que, al unir a Dionysos y a Cristo, Nietzsche operó una hibridación, un mestizaje, una acto analógico que nos dejará meditando mucho tiempo”
[7] y en efecto, el espectro del Nietzsche es un virus que se adapta a las condiciones de la historia y que promete no ser olvidado, al menos durante largos años.
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[1] Cfr. URDANOZ, Teófilo; Historia de la Filosofía VIII; BAC 2ª ed; Madrid MCMXCVIII; p. 503
[2] Cfr. NIETZSCHE, Friedrich; Así Hablaba Zaratustra; Porrúa 8ª ed; México 2002; p. IX
[3]. Cfr. NIETZSCHE, Friedrich; Así Hablaba Zaratustra; Porrúa 8ª ed; México 2002; p. 149
[4] NIETZSCHE, Friedrich; Así Hablaba Zaratustra; Porrúa 8ª ed; México 2002; p. 5
[5] NIETZSCHE, Friedrich; Mas allá del bien y del mal/Genealogía de la moral; Porrúa; México, 1987; p. 55
[6] NIETZSCHE, Friedrich; Más allá del bien y del mal / Genealogía de la moral; Porrúa; México, 1987, p XII: El verso citado aparece en el prólogo Op. Cit. Escrito por Johann Fischl quien concluye: ¿Son talvez sus blasfemias una oculta declaración de amor? ¿Se burla porque querría creer y no puede? ¿Descansa talvez con razón junto al muro de la Iglesia, en que se rompen las oraciones y cánticos de los creyentes? También a este hombre trágico se le pueden, sin duda, aplicar las palabras de Harnack: “El que una vez a sentido el paso de Cristo por su alma, no lo pierde ya nunca del todo.”
[7] MANZANO, Jorge; Nietzsche, detective de bajos fondos; Universidad Iberoamericana, A.C. 1ª Ed. 2002; México, 2002 p. 10